Despegando hacia el futuro: Cómo impulsa el coronavirus la digitalización
Lo que no se consiguió en 30 años de Internet, llegó de repente. Con la pandemia, España consiguió dar un impulso a la digitalización, impulso cuya duración todavía está por ver
De repente, todo se sucedió muy rápidamente: A mediados de marzo, en España se decretó el confinamiento. Se debía evitar el contacto por todo el territorio español y la vida del ciudadano quedaba limitada a un solo lugar: el hogar. Muchas empresas ya habían decidido que sus empleados trabajaran desde casa si contaban con dicha posibilidad. Los que carecían de pautas para el trabajo desde casa se vieron obligados de un día para otro a ofrecer la posibilidad de implementar el trabajo móvil y deslocalizado en un mundo en el que se había puesto en jaque su movilidad. Este proceso requirió de grandes esfuerzos, pero los cambios motivados por la irrupción del coronavirus fueron todavía mayores.
El cambio de paradigma
A pesar de las limitaciones, hubo mucho movimiento. Se produjeron cambios que antes apenas eran imaginables, como el teletrabajo, las conferencias a través de la web y la digitalización de procesos que hasta la fecha transcurrían analógicamente. La cultura de la presencia se remplazó por una revolución remota a marchas forzadas.
Las empresas que antes de la crisis ya se habían acogido ampliamente a la transformación digital no tuvieron problemas en adaptarse al nuevo modo de trabajo. Muchos afrontaron, no obstante, retos importantes, también en la logística. En este contexto destacan dos aspectos fundamentales: los requisitos técnicos y el factor humano.
¿Homo digitalis?
Una importante consecuencia del coronavirus fue el distanciamiento social o, más bien, físico. Para protegerse de los demás, sigue siendo necesario guardar una distancia mínima de 1,5 metros, una medida que conlleva importantes consecuencias. Pues, para poder guardar dicha distancia, se desalojaron las oficinas en todo el territorio español y se habilitaron las oficinas en casa. Así, la digitalización acabó implantándose en muchos aspectos de la vida personal y laboral, incluso entre los más escépticos. No había tiempo sencillamente para titubeos ni discusiones. El lema era: «ensayo y error» o «vamos a intentarlo».
La interacción social y la colaboración profesional se trasladaron al mundo digital. Ya no era posible confiar en los procesos tradicionales. Adaptación, cambio y nueva mentalidad. Todo se desenvolvió de forma acelerada y los procesos de adaptación siguen implementándose a día de hoy. Pero antes de todo esto, ya se estaban planteando conceptos como la agilidad y la flexibilidad. En la actualidad se puede observar quién ha conseguido los requisitos para su implantación y quién no.
El proceso de transformación, que se ha acelerado con el coronavirus, condiciona todavía más el desarrollo y la promoción de trabajadores. Por una parte, muchos directivos se están dando cuenta de un aspecto positivo, que es que sus equipos también son productivos en la oficina en casa y que la colaboración puede funcionar esencialmente de forma digital. No obstante, muchas empresas afrontan dificultades a la hora de responder a la transformación digital, lo que no se debe únicamente a la falta de medios técnicos, sino también de conocimiento especializado.
La actitud abierta frente a la digitalización puede facilitar el salto a la próxima fase de la transformación digital: hay que alejarse de la concepción de la digitalización como un campo de conocimiento especializado real o percibido y entenderlo en su uso diario de aplicaciones digitales y tecnología. Para ello se requiere que, a pesar de la crisis, las empresas inviertan en formación continua. Este es un impulso necesario, pues incluso sin el coronavirus y el distanciamiento físico, la transformación digital presenta grandes desafíos.
La logística 1.0 se da cita con la logística 4.0
Según el Digital Economy and Society Index de la Comisión Europea de 2019, España ocupa el décimo puesto (de entonces 28) en la transformación digital por encima de países como Alemania, Francia o Italia pero por detrás de muchos otros. Y entonces llegó el coronavirus, lo que supuso un primer impulso, aunque indeseado, para acelerar el proceso. Quien quería sobrevivir a la crisis debía acogerse inevitablemente a la transformación digital. Y esto es especialmente aplicable a un sector como el de la logística, en el que prima la relevancia de los sistemas. Queda por ver, no obstante, hasta qué punto la transformación redundará en una economía realmente digital. Algunas transformaciones serán irreversibles como, por ejemplo, el teletrabajo, lo que ha empujado a establecer procesos digitales incluso en las empresas más pequeñas.
Pues la digitalización había ganado impulso antes del coronavirus. La diferencia radica en que no fue hasta entonces cuando se reconoció la necesidad de implantarla urgentemente a gran escala. Este proceso requiere infraestructuras digitales. Existen, no obstante, operadores logísticos que ya se han sumergido de pleno en la transformación y el reposicionamiento de sus procesos, productos y servicios. Resultan claves en el proceso la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, la transparencia o la automatización. La integración o conexión de operadores de mercado, aplicaciones y procesos digitales desempeña un papel importante para establecer estándares y para asegurar una logística no solo digital, sino también inteligente.
¿El factor de costes de la digitalización?
Según un libro blanco publicado en abril por PwC, la logística inteligente es la clave del éxito y el propulsor del ecosistema de la cadena de suministro del futuro. Además, parece que puede aportar un ahorro potencial del 50 % gracias a la logística inteligente. Para aprovechar este potencial, la logística inteligente requiere una infraestructura digital y el conocimiento especializado del personal cualificado. Lo que ha resultado más evidente durante la crisis: los operadores de la logística se esfuerzan hasta el final por sus clientes, pero, desafortunadamente, muchos están muy lejos de contar con procesos digitalizados. Este hecho se debe también a la heterogeneidad del sector. En el mercado operan simultáneamente pequeños agentes de transporte con una flota móvil de quizás 4 vehículos y empresas cargadoras internacionales de gran tamaño que ya han incorporado a su día a día las bases de datos y la automatización.
Un obstáculo para la implantación de tecnologías digitales es con frecuencia el miedo a los elevados costes, costes que, no obstante, pueden contrarrestarse con el potencial de ahorro que presenta la introducción de dichas tecnologías. La falta de inversión puede, en última instancia, suponer unos mayores costes. Además, la transformación digital ha dejado de estar vinculada a grandes inversiones financieras. Existen numerosos sistemas y plataformas que posibilitan la digitalización de procesos sin necesidad de adquirir herramientas diversas o que permiten la conexión de sistemas existentes con la ayuda de interfaces. Las opciones son múltiples, solo deben ponerse en práctica.
Aprovechar la posición de ventaja
La flexibilidad y agilidad en el trabajo como resultado de la transformación digital constituye una ventaja decisiva en un mundo cada vez más volátil. El poder adaptarse rápidamente a nuevas circunstancias significa pasar con mayor rapidez de la reacción a la acción activa, convirtiendo una presunta desventaja en una ventaja. El impulso de la digitalización como respuesta al coronavirus no debe amainarse por una vuelta a la falsa normalidad. Al contrario. Ahora estamos más supeditados, tanto en la esfera privada como profesional, al uso de herramientas digitales eficientes y viables y a familiarizarnos con dicho uso. Según los virólogos y epidemólogos, esta no será la última ola vírica que viva la humanidad. En esta crisis, la digitalización se ha convertido en la herramienta clave para preservar la economía y la sociedad. Y esto es especialmente aplicable en el caso de la logística que, tanto a diario como en tiempos de crisis, tiene la responsabilidad de abastecer a la población.
Según una encuesta de Bitkom, nueve de cada diez empresas contemplan ahora la digitalización como una oportunidad. ¿Por qué no aprovechar el momento y la posición de ventaja? Ya se han dado pasos decisivos pero desde luego queda un largo camino que recorrer.